EL DERECHO A VIVIR
NO MATAR NI EN NUESTRO NOMBRE NI CON NUESTRO DINERO
Nada. Absolutamente nada en el mundo puede hacer justificable unas imágenes como las que vemos aquí arriba y que representan unos niños muertos en una de las malditas guerras que nos afligen como humanidad.
La guerra es un horror.
Los niños muertos en la guerra no solo son un horror,son una canallada se mire como se mire.
No hay territorio,ni nación,ni religión,ni revolución,ni etnia,ni idea política,ni absolutamente nada que justifique éstas muertes que algunos cínicamente llaman “daños colaterales”.
No sé si existe en la ONU o en la Cruz roja o en alguna otra parte el control numérico de los niños muertos en todas esas partes del mundo donde hay guerra o terrorismo,o las dos cosas a la vez.
Si es que lo hay,esas cifras nos deben de parecer del todo inaceptables.
Por desgracia son tantos los conflictos bélicos que actualmente se desarrollan en África,Asia y Oriente Medio, en el conflicto Israel-Palestina, que ya apenas hacen noticia,sobre todo si son en África,continente que parece no interesar a nadie desde el punto de los derechos humanos si exceptuamos a los misioneros o a las ONG.
Esos niños que mueren bajo las bombas,o simplemente caminando sobre las minas anti-persona que nuestros gobiernos autodenominados democráticos venden a los dictadorzuelos y señores de la guerra e incluso a gobiernos que se consideran respetables,esos niños matados a machetazos entre tribus rivales,esos niños drogados a la fuerza para convertirlos en niños soldado para que maten a otros niños. O esos otros niños que se convierten en bombas humanas que estallan en los supermercados y que llevan en la mano una llave de plástico para entrar en el Paraíso por el Martirio al que son inducidos. Esos niños que mueren de inanición en campos de refugiados donde les atienden pocas personas de buena voluntad.
Pues bien,cada uno de esos niños muertos es un niño que llevamos sobre nuestra conciencia.
Los llevamos sobre nuestra conciencia porque no sabemos oponernos con suficiente energía a que nuestros gobiernos aparentemente respetables les vendan armas o apoyen las guerras.
No sabemos oponernos con suficiente energía a los “justificacionismos” que unas veces vienen de las derechas y otras de las izquierdas,para los que siempre hay un motivo válido para esa guerra,la que sea y donde sea.
No sabemos,no somos capaces de posicionarnos radicalmente contra el supuesto “derecho”de los Estados de matar en nuestro nombre y con nuestro dinero.
No importa que seamos creyentes o no creyentes. Todos deberíamos tener un coraje civil que no tenemos. Somos cobardes y “justificacionistas”,somos “vociflojos”,pido excusa por haberme inventado palabras que no están en el diccionario pero si en el corazón.
Esos niños muertos están sobre nuestras conciencias. No solo las armas matan. También mata el silencio. También mata nuestra cobardía.
También mata nuestro cinismo que distingue entre guerras buenas y guerras malas. Causas nobles y causas innobles.
Por noble que sea la causa,ningún niño merece morir.
Digamos siempre NO.
No en nuestro nombre.
No con nuestro dinero.
NO MATAR NI EN NUESTRO NOMBRE NI CON NUESTRO DINERO
Nada. Absolutamente nada en el mundo puede hacer justificable unas imágenes como las que vemos aquí arriba y que representan unos niños muertos en una de las malditas guerras que nos afligen como humanidad.
La guerra es un horror.
Los niños muertos en la guerra no solo son un horror,son una canallada se mire como se mire.
No hay territorio,ni nación,ni religión,ni revolución,ni etnia,ni idea política,ni absolutamente nada que justifique éstas muertes que algunos cínicamente llaman “daños colaterales”.
No sé si existe en la ONU o en la Cruz roja o en alguna otra parte el control numérico de los niños muertos en todas esas partes del mundo donde hay guerra o terrorismo,o las dos cosas a la vez.
Si es que lo hay,esas cifras nos deben de parecer del todo inaceptables.
Por desgracia son tantos los conflictos bélicos que actualmente se desarrollan en África,Asia y Oriente Medio, en el conflicto Israel-Palestina, que ya apenas hacen noticia,sobre todo si son en África,continente que parece no interesar a nadie desde el punto de los derechos humanos si exceptuamos a los misioneros o a las ONG.
Esos niños que mueren bajo las bombas,o simplemente caminando sobre las minas anti-persona que nuestros gobiernos autodenominados democráticos venden a los dictadorzuelos y señores de la guerra e incluso a gobiernos que se consideran respetables,esos niños matados a machetazos entre tribus rivales,esos niños drogados a la fuerza para convertirlos en niños soldado para que maten a otros niños. O esos otros niños que se convierten en bombas humanas que estallan en los supermercados y que llevan en la mano una llave de plástico para entrar en el Paraíso por el Martirio al que son inducidos. Esos niños que mueren de inanición en campos de refugiados donde les atienden pocas personas de buena voluntad.
Pues bien,cada uno de esos niños muertos es un niño que llevamos sobre nuestra conciencia.
Los llevamos sobre nuestra conciencia porque no sabemos oponernos con suficiente energía a que nuestros gobiernos aparentemente respetables les vendan armas o apoyen las guerras.
No sabemos oponernos con suficiente energía a los “justificacionismos” que unas veces vienen de las derechas y otras de las izquierdas,para los que siempre hay un motivo válido para esa guerra,la que sea y donde sea.
No sabemos,no somos capaces de posicionarnos radicalmente contra el supuesto “derecho”de los Estados de matar en nuestro nombre y con nuestro dinero.
No importa que seamos creyentes o no creyentes. Todos deberíamos tener un coraje civil que no tenemos. Somos cobardes y “justificacionistas”,somos “vociflojos”,pido excusa por haberme inventado palabras que no están en el diccionario pero si en el corazón.
Esos niños muertos están sobre nuestras conciencias. No solo las armas matan. También mata el silencio. También mata nuestra cobardía.
También mata nuestro cinismo que distingue entre guerras buenas y guerras malas. Causas nobles y causas innobles.
Por noble que sea la causa,ningún niño merece morir.
Digamos siempre NO.
No en nuestro nombre.
No con nuestro dinero.
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