domingo, 7 de diciembre de 2008

LA TIERRA DE ABEL.


FUERA DE MI


Más que verla puedo decir de haberla apenas rozado con la yema de los dedos. Casi podría afirmar de haber sentido en mi cara el sol tibio de la primavera y visto su luz anaranjada a través de los párpados cerrados.
Así mismo el leve olor de la hierba después de la lluvia como si flotara en el ambiente comunicando una sensación de frescor perfumado.
Cantaban no uno sino una infinidad de pájaros comunicándome una serenidad que a lo largo de mi vida sólo ellos en su pequeñez han sido capaces de trasmitirme.
Y todo ello amenizado por voces familiares y reír de niños en una serena cotidianidad.
Todas esas sensaciones me procuraban un placer y un bienestar fuera de lo común.
No sabía donde estaba y todo era como muy raro pero a la vez muy normal.
Una especie de “ normal anormalidad”.
Después volví.
Fue un fulminante viaje de ida y vuelta.
Un ramillete de sensaciones seguido del deseo de quedar allá.
De no volver.
Pero volví a la “normalidad normal”.
Volví a la vida de todos los días.
Duró solo unos instantes. Una eternidad. Una instantánea eternidad.
Y puedo decir que nunca olvidaré aquella insólita experiencia.
Creo,aunque no lo sé a ciencia cierta,que aquello era la Tierra de Bel. El lugar donde solo se siente el sol de la primavera en la cara,el perfume de la tierra húmeda y el canto de los pájaros. Todavía hoy y no obstante el tiempo transcurrido,recuerdo la Tierra de Abel cuando oigo risas de niños. La paz y la serenidad.
Una felicidad tan intensa como breve.
Me gustaría, cuando me vaya en modo definitivo , volver a aquél lugar que sólo pude rozar con la yema de los dedos un día en que mi corazón quiso gastarme una broma benévola.
Por eso he pedido que ese último sueño lo pueda soñar por siempre jamás bajo un árbol frondoso.
Sintiendo el cantar de un pájaro
Y el sol leve de la Primavera.
(Breve experiencia realmente vivida en el curso de una intervención quirúrgica)

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