miércoles, 7 de octubre de 2009

EN EL CIELO





EN EL CIELO



No me duele la rodilla. No estoy deprimida. No sé que vamos a comer hoy. No me siento feliz. Pero tampoco desgraciada.

Ahora lo entiendo. Me he muerto.

Si, sólo puede ser eso. Me he muerto. Me parece flotar. Estoy bien. Aunque estoy muertísima.

!Pues no es para tanto ésto de la muerte!

Pero... lo que va a ser mentira es la historia del túnel y la luz.

Yo solo veo oscuridad. Aunque tampoco estoy tan mal porque hoy no creo que me vaya a leer el periódico y al fin y al cabo lo mejor es que no me duela la rodilla ni me sienta desgraciada.

Se ve que estar muerto es ésto. Flotar sin luz y sin dolor.

¿Qué veo? Me parece como una luz pequeña.

Se me acerca una anciana que de arrugada es una pura pasa. Es diminuta y encogida, no darías un duro por ella. Parece que lleva colgando de la mano una lamparilla esmirriada la cual apenas, apenas, rompe la negrura circundante.

-¿Y tú quien eres?-digo.

- Ya lo ves, yo soy la santa de la oscuridad.

-Pues, mira, quién lo iba a decir, yo creía que los santos tenían una aureola de luz.

-Ah, hija, eso serán los otros. Mucho lujo para mi. Yo soy la santa de la oscuridad y basta, ya te lo he dicho.

-Vale, sin enfadarse, ¿Y porqué estás aquí?

-Se ve que no te enteras de nada. Yo ya lo había dicho en Calcuta que si me hacían santa, cosa que yo no esperaba, estaría continuamente ausente del Cielo para ofrecer ésta luz mía a quién se encuentre perdido en la oscuridad en la tierra.¿Tú no te encuentras perdida?

-Es que yo no sé donde estoy.¿Ves? Floto.

-Estás flotando en medio de la oscuridad. Si quieres salir de esa oscuridad me tienes que seguir.

-Vale. Te sigo. Gracias por lo de la luz. Aunque hoy no me voy a leer el periódico. En todo caso las esquelas mortuorias.

Vamos ambas flotando en la oscuridad detrás de la pequeña lamparilla.

Se entreabre una puerta. Solo un poco. Un rayo de luz aparece tras la cabeza de un anciano.

-Abre. Te traigo otra que encontré perdida en la oscuridad. Ya sabes que yo soy Teresa y que me llaman la santa de la oscuridad. Casi todos los días traigo a alguien que encuentro con mi lamparilla.

-!Ya está aquí el dichoso perro!

-No es un perro. Es un lobo.

-Ah, ya. Es el lobo de Francisco.

-Bueno,-dice Pedro sacudiendo su llave-pues que entre, si tu la has encontrado y Francisco, el pobre de Asís, ha mandado el lobo, evidentemente se ve que está escrito en alguna parte que debe entrar.

La tendrá Francisco en su lista.

Si tu la viste con tu lamparilla, la recogiste como hacías en Calcuta, y ha venido a buscarla a la puerta el lobo de Francisco, por rara que sea, se ve que si que la tenemos que admitir, aunque te digo, por muy santa de la oscuridad que te llamen, es que me traes una gente muy rarita...que, claro, solo viene a la puerta el lobo de Francisco a buscarla.

!Es que ni el Cielo es ya lo que era!


1 comentario:

  1. La primera parte de la historia parece algo muy conocido, pero de repente entra la santa de la oscuridad, que me parece genial, ahi me atrapó la historia, porque era algo que surgió de imprevisto, y la seguí fascinada, hasta que sale lo del dichoso perro. Lo que sigue ya no es de interés y acaba como cuando muere el sol, poco a poquito, sin notarse...

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