sábado, 30 de abril de 2011

JUAN PABLO II, LA SANTIDAD PROCLAMADA POR EL PUEBLO




-EN LA ANTIGÜEDAD LOS SANTOS LOS PROCLAMABA EL PUEBLO
-JUAN PABLO II ES YA SANTO EN EL CORAZÓN DEL PUEBLO




Mientras todo se dispone en Roma para recibir los cientos de miles de personas que quieren asistir a la beatificación del Papa Juan Pablo II, no podemos no pensar lo sorprendente del hecho de que el proceso de beatificación del Papa Juan Pablo lo haya iniciado su inmediato sucesor el Papa Benedicto XVI. Otras causas de beatificación o santidad suelen esperar más tiempo.
Tenemos que ir con nuestro pensamiento a los inicios del cristianismo para constatar que así se hacía en aquél entonces, porque el pueblo “sentía” en algún modo la santidad porque la vida de aquella persona había sido “santa”.
Durante el S.XX los procesos de santidad son más complicados, hay que instruir una causa con su defensor y detractor (el famoso abogado del diablo) y demostrar por lo menos un milagro que parece deba de ser una curación portentosa a la que los médicos no hayan dado explicación científica.
Personalmente no entiendo mucho porque un milagro deba de ser un milagro médico.
El milagro puede ocurrir en la vida cotidiana, en el caso del Papa Juan Pablo, su misma vida podría considerarse un milagro en el sentido de que su actuación ha cambiado el mundo y el alma o la forma de pensar de tantas personas no necesariamente católicas.
¿No es un milagro cambiar completamente el mundo como ha hecho él? Porque medio mundo vivía bajo el yugo de una dictadura que oprimía tiránicamente a sus ciudadanos en la Unión Soviética y países del este europeo, y todo eso se vino abajo por mérito de Juan Pablo II, así lo afirma el mismo ex presidente de la Unión Soviética Mijail Gorbachev, el cual preguntado sobre el tema dice “ “¿Yo ? No, el que terminó con el comunismo fue Juan Pablo II”.
También el diálogo que estableció con otras religiones con los Encuentros por la Paz en Asís, su visita a la Gran Sinagoga de Roma, el acto multitudinario al que asistió en Marruecos hablando a todo un estadio de jóvenes musulmanes. Su oración delante del Muro de las Lamentaciones de Jerusalén. Su peregrinar a lo largo y a lo ancho del mundo encontrando auténticas multitudes que corrían a recibirlo.
Su humildad al pedir perdón por los errores de la iglesia a lo largo de la Historia.
Su oponerse durante la juventud al nazismo invasor de su patria participando a grupos juveniles de resistencia en la universidad. Su firmeza, ya joven sacerdote en Polonia en afrontar con determinación la tiranía instaurada contra los católicos en su tierra.
Su caminar por el mundo interesándose por los problemas de la gente por los que rezaba uno por uno, su abrazar las masas ingentes de jóvenes, su estoicismo en padecer las secuelas en su cuerpo del atentado del que fue víctima, su coraje, enfermo entre los enfermos, de conllevar la vejez y la enfermedad sin dejar su labor ni un solo día.
En fin, él mismo ha sido un milagro y así lo ha comprendido el pueblo con la vieja sabiduría del pueblo.
Por eso el pueblo, ya al día siguiente de su muerte decía SANTO SÚBITO, porque esa santidad era percibida como tal por esas mismas masas de gente que había ido a recibirle en todos los lugares del mundo.
Nunca se había visto en Roma algo parecido al funeral del Papa Juan Pablo II, las autoridades se encontraron desbordadas por la ingente multitud que invadió la Ciudad Eterna con el grito de SANTO SÚBITO.
El Papa Benedicto XVI no podía desatender ese clamor.
Imagino que también ahora, en el momento de su beatificación, no faltarán esas masas humanas no obstante la crisis económica que impide a mucha gente de asistir directamente a la ceremonia.

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