-Y DEL
BALCÓN DE SAN PEDRO HA SALIDO FRANCISCO, ELEGIDO PAPA, Y
ARRODILLÁNDOSE HA PEDIDO LA BENDICIÓN DE DIOS Y LUEGO ALZÁNDOSE HA
ABRAZADO AL MUNDO.
-FRANCISCO
EN SU ABRAZO HA COMPRENDIDO A TODOS Y A QUIÉN HA ABRAZADO CON MÁS
FUERZA ES A LOS POBRES.
Quién
escribe ésta reflexión, desde hace tiempo, percibe el mundo en el
que vivimos hoy como una sociedad en estado ruinoso y hediondo donde
parece que nuestras certezas que hasta ahora no poníamos en duda se
van viniendo abajo como una ciudad construida en adobe bajo una
fuerte lluvia.
No creo de
ser la sola que vive ésta época como el final de algo, como un
cambio de ciclo, como si sobre nosotros se cerniera una amenaza peor
que los misiles de la Guerra Fría y su doctrina de MAD (Mutua
Destrucción Asegurada).
Eran otros
tiempos. Ya no existen aquellos dos bloques construidos tras la
Segunda Guerra Mundial por las superpotencias y tras la caída del
Muro de Berlín, la prosperidad de los países europeos y la misma
construcción europea y la sociedad del bienestar parecía que
nuestra vida iría mejorando, que las próximas generaciones vivirían
mejor que nosotros, que la prosperidad iría abriéndose camino en
otras zonas del mundo y que la paz coronaría el esfuerzo común.
Pero así no
ha sido. Una gran crisis económica, política y social está matando
a Europa y la está hundiendo en la desesperación y la miseria.
Personajes indecentes y corruptos se han instalado al vértice del
sistema de vida occidental , países árabes cercanos a Europa se
agitan y entran en guerras civiles, de Asia vienen amenazas
nucleares. El miedo al futuro ha entrado a hacer parte de la
civilización occidental.
Incluso la
Iglesia Católica, percibida por muchos como una roca resistente a
todas las vicisitudes de veinte siglos, ha comenzado a tambalearse
sacudida por los escándalos ocultados por la jerarquía de la
pederastia actuada por parte de algunos miembros del clero en
diversos países durante la segunda mitad del S.XX, y el así llamado
escándalo vatileaks.
Aunque el
Papa emérito Benedicto XVI ha combatido con fuerza y coraje éstos
dos terribles asuntos, se ha sentido talmente probado en su salud que
ha decidido libremente renunciar al pontificado para abrir camino a
un sucesor con mayor fuerza vital para sujetar a su iglesia.
El Papa
emérito Benedicto con su gesto ha hecho algo revolucionario en la
historia de la Iglesia y que aquellos que somos católicos le debemos
agradecer. Ha antepuesto el interés de la Institución al propio y
posiblemente ha evitado que se resquebrajara más incluso que se
hundiera según las profecías de Malaquías de las que tanto hemos
sentido hablar en éstos días.
Contrariamente
a todos los pronósticos de ilustres vaticanistas, un hombre
completamente inesperado ha tomado el timón de la barca de Pedro y
católicos y no católicos nos hemos quedado mirándole con asombro.
Y del balcón
de san Pedro ha salido Francisco, elegido papa, y arrodillándose ha
pedido la bendición de Dios y después, alzándose ha abrazado al
mundo.
Francisco en
su abrazo ha comprendido a todos y en modo especial a los pobres.
Ese abrazo
ha sido como si hubiera recitado el evangélico Sermón de la
Montaña.
Y
sintiéndonos abrazados de ese modo los católicos, pero yo creo que
también los no católicos, han sentido, nos hemos sentido, como si
Dios nos tomara de la mano en medio a toda ésta destrucción,
incerteza, corrupción, desesperanza.
Si, creo que
el papa nuevo Francisco nos ha traído esperanza, cercanía, amor.
Que su
amorosa obra fructifique y Dios le otorgue larga vida y las fuerzas
necesarias para enderezar lo que se ha torcido y para hacer navegar
la barca de Pedro entre las tormentas y olas agitadas del S.XXI.
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